El Senado de la República eligió este miércoles a Carlos Camargo Assis como nuevo magistrado de la Corte Constitucional, en reemplazo de José Fernando Reyes. Camargo obtuvo 62 votos frente a los 41 alcanzados por María Patricia Balanta, la candidata que contaba con el respaldo del Gobierno nacional.
La jornada estuvo marcada por un pulso político entre el Ejecutivo y distintos sectores del Congreso. Finalmente, la mayoría de senadores se inclinó por Camargo, exdefensor del Pueblo, doctor y magíster en Derecho, con trayectoria en temas de derechos humanos y derecho administrativo.
Horas antes de la elección, el abogado cordobés envió un mensaje a quienes lo señalaban como ficha de la oposición,
“Yo no soy petrista. Yo no pertenezco al Gobierno, no he hecho alianzas con ningún partido político”, aseguró, destacando que su llegada a la Corte Constitucional se da sin compromisos partidistas.
El presidente Gustavo Petro se refirió en días previos a la trascendencia de la votación, advirtiendo que de ella dependía la configuración de las fuerzas políticas en el Congreso “La elección de la nueva magistrada o el nuevo magistrado definirá todo el cuadro de alianzas en el Congreso de la República. No podemos ceder a quienes han apoyado el fascismo”, declaró el mandatario, en lo que fue interpretado como una defensa de la candidatura de Balanta.
Por su parte, el exvicepresidente y líder de Cambio Radical, Germán Vargas Lleras, fue uno de los opositores más férreos a que Balanta llegara a la Corte con el apoyo del Gobierno. Tras conocerse el resultado, reiteró su posición crítica:
“Y, como lo he venido advirtiendo, Petro se quitó la máscara y abiertamente señala que nada más le importa que hacerse a las mayorías de la Corte Constitucional. Si esto ocurre, estaremos sometidos a este yugo, mínimo, durante los próximos seis años”, expresó, calificando la derrota del Ejecutivo como una garantía de independencia institucional.
La elección de Camargo no solo define la composición de la Corte Constitucional para los próximos ocho años, sino que también refleja el reacomodo de fuerzas en el Congreso y anticipa nuevas tensiones entre el Legislativo y el Gobierno. Para la Casa de Nariño, el resultado significa un golpe político en medio de la búsqueda de mayorías estables, mientras que para la oposición representa un triunfo en defensa de los contrapesos democráticos.

